Quito, marzo 25 del 2009
Sinopsis
Debido a su complejidad, sería casi injusto reducirla a un resumen simplificador. El texto, en sí, está conformado por varios relatos que se suceden yuxtaponen y se encuentran para formar un todo coherente. Sin embargo, se puede decir que la novela se centra, en su mayoría, en los hechos alrededor del Jasirato (o el gobierno de Jamil Mahuad) y su contexto político, económico, social, etc. Los diferentes personajes de los disímiles relatos confluyen en un halo de corrupción que envuelve a la ciudad de Quito. Muchos van con la corriente que, depredadora, arrastra a los débiles y codiciosos por un río interminable de podredumbre. Los insólitos nexos entre medios de comunicación, instituciones religiosas, privadas, públicas, extranjeras y sicariatos hacen de este texto una novela que muestra el complot detrás del gobierno de Mahuad y desenmascara una ideología heredada que macera y corrompe a la sociedad, incluso, desde sus remotos principios coloniales. Al final, muchos terminarán por destruirse en su “ley”, no obstante, la esperanza reposará en unos pocos duendes benévolos, que estpan dispuestos a hacer obra en medio del ruinoso escenario.
Análisis
Antes de entrar en lo meramente narrativo, lo que llama la atención a primera vista es la extensión del libro. Los autores en la actualidad, se inclinan por la narración de relatos más cortos y de lectura ágil. Es más, algunos escritores, conocidos por sus relatos extensos han realizado nuevos relatos mucho más cortos. Es el caso de García Márquez, quien ha realizado una última publicación como “Diario de mis putas tristes” que tan solo consta de noventa páginas. El libro de Jiménez tiene una extensión de seiscientas sesenta y dos páginas en formato de “Word”, lo que quiere decir que en formato de diagramación es probable que supere las mil páginas. Sin embargo, es más sorprendente aún, la versatilidad y destreza del autor para crear un libro de esa extensión para que además resulte entretenido y apasionante a lo largo (y ancho) del mismo, Si bien, en algunos momentos, los varios relatos que componen esta novela repiten algunos de los sucesos narrados, es un libro que justifica su extensión a través de la riqueza de datos históricos, personajes (tanto históricos como ficcionales), lugares de Quito donde se desenvuelven las tramas y la habilidad con la que se relata desde varios puntos de vista narrativos.
El título de la novela resulta por momentos desconcertante. Los duendes (personajes que aparecen descritos con ese epíteto) aparecen en las páginas 33, 68, 307, 506 y 542. En ocasiones se muestra a los mestizos en parangón directo con la calidad de duendes, de estos, hay duendes benevolentes y “duendecillos perversos”. Al parecer, de acuerdo a esta categoría, su “obra” es también honesta o corrupta. Esta adscripción se refleja también en los personajes aunque, la gran mayoría, estaría dentro de la categoría de la perversión; es aquí donde se encuentra lo desconcertante del ítulo; la novela (que también puede ser llamada obra) muestra, en realidad, la debacle, el detrioro y la zozobra que reinaron en el Ecuador de finales de los noventa, el efecto latente por la causa del más grande latrocinio gubernamental de los últimos setenta años. La “obra” sería entosces un sarcasmo referente a la creación, el resultado de este obrar desmedido de vivos y sapos (o duendes perversos) que para señalar el sarcasmo y la paradoja, no fue más que una flagrante destrucción. Por el lado de los duendes correctos, que aparecen de forma muy esporádica, su “obra” es todavía una deuda, un esfuerzo meritorio y loable que no pasa de ser, aún, una promesa pendiente.
En cuanto a lo espacio-temporal, se mencionó en la sinopsis que la historia se desarrolla, en gran parte, a finales de los noventa, en particular, alrededor del gobierno de Mahuad. Pero este espacio y este tiempo son, en relidad, un eje donde convergen las demás historias, pues algunas relatan hechos y crónicas inclluso de 1787, atravesados por los comentarios de personajes contemporáneos (Aidé y el doctor Celio Santos, duendes buenos, dicho sea de paso) y su apreciación sobre la herencia burocrática, maligna e hipócrita, que, hasta los presentes días, no es posible sanear. En otras instancias, el discurrir narrativo abarca la historia de algunos personajes desde su niñez, así, crecen y se desarrollan, unos fructíferamente, otros devienen malévolos residuos de heredades paternas con sus consecuentes autodestruciones. La segunda mitad del siglo veinte acogerá las historias de pequeños duendes que irán forjando, bajo distintas condicionantes, su destino.
Quito es el escenario donde convergen estos seres, alienados unos, en pugna otros, contagiados de deslealtad y voracidad el resto. El centro de la ciudad es el primigenio ambiente que, de a poco, trueca y muta hacia un horizonte distinto en el norte, donde “el buen vivir” se manifiesta a través de la preferencia de los potentados y nuevos burgueses que el creciente comercio (y la coima) ha producido en la capital.
Con respecto a la narración en sí misma, la novela se podría separar en diez acápites, cada uno de los cuales posee su propio (o propios) narrador(es) y un tono distintivo que lo diferencia y caracteriza. Para darle mayores pautas al lector con respecto a la historia y su narración particular, el autor ha separado a estos acápites por medio de algunos signos gráficos: pequeñas llaves, conchas, ojos, entre otros que separan el fin de un acápite y el principio del siguiente. Son en total diez historias, con sus respectivos signos gráficos, sus narradores y sus hechos particulares los que conforman la novela. A cada signo se lo puede seguir, por separado, a través de los diecinueve capítulos que conforman el libro, en otras palabras, cada uno de los diez diferentes relatos funcionan de forma separada y coherente, como si fueran diez pequeñas novelas que unidas conforman y estructuran un contexto ficcional-histórico que, a su vez, describe un micromundo capaz de recrear la ciudad desde sus más heterogéneos testigos. Así, se puede encontrar a diferentes quiteños compartiendo sus ideas políticas, sociales, históricas en la taberna de Agustín. Se puede leer crónicas muy antiguas de la ciudad con distintos personajes-testigos que dan testimonio de un asesinato en supuestos documentos escritos en español de la época.
En otro diálogo (casi un monólogo) un ecuatoriano aparece contándole a un ciudadano de Baviera, Hans Overbeck, punto por punto, los pormenores de todo lo sucedido en el gobierno y derrocamiento de Mahuad (Jasir Abdul) y toda la maraña de trampas, tranzas y relaciones de poder que se crearon parara confabular en uno de los períodos más nefastos de la historia política del país. De esta manera, se produce una polifonía, un coro de voces que se alternan para construir varios puntos de vista sobre la “realidad” de país de la época. Incluso, una de las múltiples voces (de los tantos personajes) que agrega su perspectiva es “EL AUTOR”, quizás al puro estilo de Alfred Hitchchock en el cine, de Ernesto Sábato en la literatura (sobre todo en Abadón el exterminador) y Stan Lee en los comics, Jiménez utiliza un personaje que, probablemente, le permite estar en su propia novela en calidad de personaje y la justifica desde el punto de vista de su propio creador, así lo describe en varios fragmentos como los siguientes:
“Quiero compensar al mundo por lo inútil y gravoso que he sido en mi vida. Quiero justificar mi existencia” (Jiménez, 518)
“Quiero elevar la conciencia de mi pueblo, para que asuma el destino que me corresponde” (Jiménez, 552)
“Quiero también reivindicar lo respetable que soy: ecuatoriano, pobre,mestizo y sin títulos.” ( Jiménez, 619)
Hay variadas voces que matizan el relato en “la taberna” y se las escucha como al pasar, como si se volteara la atención auditiva y perceptiva hacia varias personas de forma aleatoria y, en medio de pequeños silencios, se recibiera una motivación distinta, una nueva razón para concebir a la vida de manera diferente. Por ahí, detrás del coloquio popular se puede escuchar, además, a los más grandes cantautores de un género musical que es también popular, la salsa, resonando y de alguna manera uniéndose al contexto político y conversacional : “BLADES: por tu mala maña de irte sin pagar...” (Jiménez, 555)
Otro elemento que es importante destacar es que existen en el texto muchos personajes que son fácilmente reconocibles por determinadas características físicas, funciones en el gobierno e historia pública en general, sin embargo, son nombrados a través de pseúdonimos. Así, Jamil Mahuad es Jasir abdul, El Rey es León Febres- Cordero, Paco Moncayo es Cayo Legarda, etc. Los mencionados personajes se relacionan con muchos otros que son ficcionales (¿en su totalidad?) y que a través de los pseúdonimos se confunden e interaccionan con ellos. Otro gran logro de esta novela. como último factor a analizar, es fundamental subrayar uno de los hilos conductores de la novela y, en adición, uno de los conceptos más importantes desarrollado por el autor. La desconfianza, la deslealtad y la corrupción, en sí mismas, se han convertido en una condición tanto heredada como adquirida, “la longuitud” de ser “longo” no se refiere a una cuestión racial per se, es, más bien, una muestra de antiguas condicionantes que hacen del ecuatoriano un ser codicioso, un vivo, un sapo. Se explica en algunos fragmentos cómo el mestizo, bastardo en su génesis, desconfía de sus propios padres, debe hallar un lugar, un espacio pues no pertenece ni a blancos ni a indios. Su búsqueda de nobleza a través del dinero se va transformando en una obsesión por el dinero que se manifiesta hasta los presentes días donde longos reiteran su modesta ambición de arribar, empujando, polucionando, dañando”. Es una condición destructiva, común y hasta aceptada por la gran mayoría, un quiste cultural que torna improbable (pero no imposible) un saneamiento del país.
Aidé Izaguirre manifiesta en “la taberna”:
Somos lo nuevo, Lo nuevo es nuestro mestizaje, no podemos deshacernos del peso de la Longuitud. Longo es una categoría cultural, no étnica, que señala deficiencias en el modo cómo nos concebimos y enfrentamos a los demás y a la naturaleza. El lado oscuro del genio nacional, como se decía antes. Hay siempre malformaciones, dolorosas frustraciones históricas, que inducen a conductas viles. ( Jiménez, 519)
El texto está muy bien logrado. Los personajes y sus voces reflejan coherencia y, más aún, mucha solvencia narrativa. Resulta una crítica altisonante que apuesta por concientizar al lector huidizo y /o desinteresado, en fin una valiente propuesta con el potencial suficiente para convertirse en una novela, sobre la nación, de trascendencia.
Felicitaciones al autor. Se recomienda la publicación de este libro.
El lector.
* * * * *
De la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” -
Presidencia del Dr. Marco Antonio Rodríguez
Quito, julio 23 de 2009
Oficio No.016 DP-CCE
Señor
Nicolás Jiménez Mendoza:
Reciba mi respetuoso saludo. Anexo para su conocimiento el informe sobre su novela La obra y los duendes ecuatoriales de la comisión lectora de la institución.
Atentamente,
Dr. Fabián Guerrero Obando
DIRECTOR DE PUBLICACIONES
* * * * *
Informe de lectura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana sobre la novela "La Obra y los duendes ecuatoriales"
“La obra y los duendes ecuatoriales”, de Nicolás Jiménez Mendoza es una novela de 664 páginas, publicada en septiembre del 2007 en “Ediciones Legarda” en Quito.
Este voluminoso libro, estructurado en 4 partes con 19 capítulos es realmente la biografía de una sociedad inestable políticamente, culturalmente pobre y humanamente desorganizada y desorientada. Y esta sociedad es la nuestra, la ecuatoriana.
El autor matiza la trama con episodios eróticos, escenas de carácter histórico y mordaces cuadros de gente que jugó un rol especial en su vida: maestros, condiscípulos, vecinos, amigos de taberna y mujeres de toda condición; no se escapan curas morbosos, burócratas corruptos y políticos desatinados.
La técnica de camuflaje de los hechos reales y los cientos de nombres hace un tanto densa la ambientación y cansino su desenlace.
Por otro lado, el autor inserta personajes estáticos que hablan, como en el teatro, modalidad que es totalmente inusual en el género novelesco.
El material es desigual en forma y contenido. Parecería que se pretende usar la técnica del relato múltiple, pero no acierta en imbricar amenamente los hechos.
El asunto mismo asoma desordenado y la temática política de ninguna manera ayuda a ser testimonio importante de una nación “ingobernable”. Del mismo modo se podría opinar de lo erótico. Todos los rebuscados vericuetos y cloacas patéticas de sexo no contribuyen a desinhibir la narración ni a inyectarle un espontáneo sabor.
Sataniza al gobierno de Yamil Mahuad con todos sus altibajos, aciertos, desaciertos, enfrentamientos, sucesos administrativos, compromisos internacionales,retos sociales,etc.
Bien pudo Jiménez Mendoza con todo este amontonamiento de situaciones elaborar más de un libro anecdótico, con urdimbre y extensiones asequibles a todo nivel de lectores. También pudo estructurar una autobiografía.
Asoma entre los diálogos párrafos y transcripciones arcaicas de actas legales que hacen referencia a los gobiernos locales y seccionales. Estas lectura vuelven pesado y ahogan el hilo argumental.
Tal vez con esta superposición de planos narrativos quiera el autor premeditadamente entrar en una modalidad abrumante de hechos y personajes.
La obra tiene más de un protagonista narrador. Pues los hechos se cuentan en primera y tercera persona. Con la tercera narra ironiza los hechos políticos, sus corrupciones y miserias morales, la quiebra del sistema financiero, el desprestigio de los medios de comunicación, la vida citadina, las costumbres y cotidiano ritmo de ciertas familias notables de la capital.
Con la primera persona narra sus propias experiencias, aventuras, situaciones burocráticas, morbo y deslealtades así como crónicas de carácter oficial.
Jiménez pudo evitar esta multiplicidad de tramas y técnicas y elaborar como ya dijimos argumentos separados que conformarían igualmente novelas independientes.
La Comisión
* * * * *
De Ediciones Legarda, sobre la novela “La Obra y los Duendes Ecuatoriales
Quito, junio 24 del 2009
Señores
Ediciones Bernardo de Legarda
La novela La Obra y los duendes ecuatoriales es la más ambiciosa propuesta que se ha hecho sobre la nación mestiza y su destino.
Frente a la insulsa prédica de heroísmos y santidades tan poco probables, el autor de la Obra nos muestra sobre qué fundar nuestra identidad y desarrollar el carácter nacional. A partir de una facetada y profunda imagen de lo que somos, más allá y más acá de las versiones históricas que ya no convencen, de moralismos hipócritas y de los supuestos prototipos de hombres y mujeres con quienes muy poco nos sentimos representados ni en la historia ni en la actualidad; solamente a partir de la presencia lacerante, de nuestro origen marcado por el desprecio racial, de nuestra historia de parias que llegan a conquistar a medias su propio territorio, será posible que nos construyamos.
Los historiadores tradicionales se olvidan, para dedicarse a echar ditirambos y flores a unos sobresalientes a los que conviene seguir ensalzando, se olvidan, decíamos, de la nación, de la comunidad de familias que unidas por la cultura tienen que hacerse cargo del territorio y asumir un destino que señalar a los hijos de los hijos, Jiménez asume que lo primero es reconocernos, así nos duela, porque entonces a partir de la verdad podremos superarnos.
La novela de Jiménez nos presenta en extenso la vida del chulla quiteño que realmente existió, su biografía, para decirnos que encarna a la clase media de la nación mestiza, es el hombre que es de determinada manera porque quiere ser de otra. El chulla quiteño que nos presenta la Obra no viene del folklore, ni del rumor tradicional, sino de la realidad. Allí están, Plinio López, el Mosquito Yerovi, Fausto González, César Pardo, el Terrible Martínez... Son protagonistas de la vida quiteña, con nombres y apellidos, que se presentan para insinuarnos que nos identifiquemos con lo sublime, lo trágico y hasta ridículo de su existencia. Somos hijos de chullas, padres de chullas, nietos de chullas. Nos hemos preciado alguna vez de ser íntimos de los chullas sino uno de ellos. Entonces, en la Obra de Jiménez nos miremos.
A través de sus páginas, desde el ángulo demoledor del futuro, se quita el maquillaje al sistema “democracia”, sus mecanismos, sus trampas disfrazadas de ideología. Esta Obra propone una alternativa humanista, antipoder, desde el reconocimiento identitario, una construcción nacional en planta, una permanente creación y búsqueda del sentido de la vida. Esta Obra estaría en marcha pero lejos de estrenarse plenamente, es una esperanza. La denuncia de la falsedad del sistema es implacable, consiste principalmente en mostrar hechos y protagonistas aparecidos en los diarios y en los comentarios que, sobre aquellos, hacen otros personajes con cáustico humor quiteño.
En cuanto a los recursos literarios, aúna magistralmente monólogos, diálogos, descripciones realistas, moviéndose ágilmente en los tiempos del lenguaje, con un acentuado “joycianismo” tanto en la estructura como en el trazo de personajes que desde su falta de protagonismo social y desde hechos que podrían verse como comunes, proponen líneas plenas de sentido y significado. Esta apelación a Joyce, que se recoge desde hace mucho en el quehacer artístico del cine, la caricatura, y la literatura misma, así la inclusión de personajes, reales o ficticios, en escenarios teatralizados, y la derivación de este recurso al aparecer el propio autor en su obra, son utilizadas en la novela de Jiménez, que se integra así a la tradición literaria universal, raíz nutricia de la cultura de todos los pueblos.
Otro punto de realce es el universo integrado y coherente que se logra, un todo donde tiene convergencia el tiempo, desde aquellos fines del siglo XVIII, tiempo de Espejo, hasta el paso del siglo XXI, la geografía influyente de la montaña, los sitios, las calles, la gente, duendes, hasta la simbólica del título, subtítulos y grafías.
Se han multiplicado los tratados sobre nuestra identidad y nuestras señas, contamos con notables ensayos de notables relatores. La pregunta que resulta insoslayable es ¿por qué los novelistas no han podido expresar sus puntos de vista mediante el relato y para hacerlo tuvieron que convertirse en sociólogos? Posiblemente esas conversiones se debieron a un exceso de cautela o de comedimiento. Al hacer novelas históricas y políticas, se tiene que señalar protagonistas, y entre los protagonistas, sin duda, hay amigos, parientes o antepasados del escritor, o de sus colegas, socios y demás. Y muchos de los posibles personajes de la novela histórica, son parientes o amigos de los poderosos que están vigentes. Qué lío. Por esto, es preferible y conveniente hacer abstracciones, referirse a categorías, hablar de generalidades y concluir dictando sentencias morales, pecadores impersonales: la señora en supermercado, el político en el ministerio, el comerciante y el contrabando, el sueldo de los militares, etc. Por fin hay un libro que es ante todo una novela histórica, que tiene propuestas de libertad y que no evade la realidad, que tiene protagonistas concretos, visibles hasta para los más desentendidos. Este libro tiene la intensidad y la fuerza de la historia tejida con la literatura, pero además la narración nos lleva de la risa al llanto con el talento de un autor que maneja el humor y la ironía con gran originalidad.
Es una novela larga, apasionante, el autor consigue mantener el interés del lector avanzando dinámicamente en cada una de las diez historias que forman parte de la Obra, a la vez que entrelaza inteligentemente cada una de ellas en un torrente total de acción y comentarios. La vida de la nación está detallada como en un inmenso mural, donde todos tienen voz, en el que no falta nadie, cada quien con la fuerza de su drama. Es también el testimonio de lo que fuimos a finales del siglo XX, cuando la brutal crisis mahuadista nos precipitó a la globalización de la competencia atroz y el consumo desvergonzado. Y con ese testimonio propone también, a la nación, una alternativa, libertaria, anárquica en el sentido humanista, no político, que impida que nos sumamos en la nada del mundo y nos haga triunfar sobre nosotros mismos para seguir teniendo destino propio en la historia futura.
Estos son algunos aspectos de la Obra de Jiménez que nos han parecido dignos de ser resaltados; tiene otros, como su extensión, crudeza y complejidad estructural, que podrían hacerla difícil para algunos lectores, pero son de poca importancia ante sus alcances positivos. Recomendamos efusivamente la publicación de este libro que es sin duda la gran novela ecuatoriana de la nación mestiza.
Comisión de lectura
* * * * * *
Del Gobierno de la Provincia de Pichincha -
Quito, 15 de junio del 2009
Señor
Nicolás Jiménez Mendoza
Señor
Nicolás Jiménez Mendoza
Atendiendo a la solicitud formulada por usted, para que el Gobierno de la Provincia de Pichincha auspicie la publicación de la novela de su autoría “La Obra y los Duendes Ecuatoriales”, el Consejo Editorial de la Corporación recomendó favorablemente su publicación para una fecha futura, en vista de que la institución enfrenta una restricción presupuestaria, debido a la situación económica que vive el país.
Prefecto de la Provincia
* * * * * * *
Gente libertaria, sapos, respetables funcionarios, burócratas ellas y ellos, poetas, artistas plásticos, les invitamos a saltar a la estaca, sus comentarios tendrán la atención que merecen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario