Don Baruc de los Altos de Capelo |
Srta. Matilda hija de Homero |
Don
Nicolás dice:
Bizarro
(Academia de la Lengua): Viene del italiano
bizzarro = iracundo. En
Castellano, se usa como adjetivo: valiente, esforzado. Generoso, lucido,
espléndido.
Bizarría
(Academia): gallardía, valor. 2 Generosidad, lucimiento, esplendor. 3 (En pintura) Colorido o adorno exagerado.
Bizarría
(Diccionario de sinónimos de Corripio): ….. extravagancia, capricho, rareza.
Dos
jóvenes, uno debió ser Juan Fernando Andrade, el entrevistador, el otro,
fotógrafo, Juan Rhon, me visitaron hace un año y más, por recomendación de
Nicolás Jaramillo Dávila, hijo de mi gran amigo Diego, el único monje zen del
Ecuador, quien con su vestimenta japonesa
original es un gigantesco y colorido espectáculo en nuestro medio. Los jóvenes
me pidieron que les permitiera hacer un reportaje de mi persona y de la tienda donde
trabajo “para la Revista Diners”. El
resultado de esa entrevista aparece, en noviembre 2012, como parte de un libro
“Quito Bizarro, la antiguía de la Capital” de Dinediciones Aguilar, con una
nota en la contraportada, del señor Francisco Febres Cordero –editor- , que
advierte: “Este es un libro de vértigo, que puede producir náusea y mareo. Pero
también risas. Y avivar nostalgias en busca de la modernidad…”
El
pequeño artículo que trata sobre mi persona “Don Nicolás dice” y muy poco del
almacén de objetos coleccionables que atiendo, consta al principio del libro
entre otros dos “La Clínica del Juguete”
y “La Escuela del mago Fergni”. Y consigna una dirección errada del almacén, la
cual en realidad es CCNU local PB23. El texto de “Don Nicolás dice” lo
reproduzco íntegro a continuación, pero antes quiero decir algo respecto del
libro y del trato que en él se me da.
En
primer lugar. El libro que pretende ser, por su título y su selección de sitios
y personajes para un “turismo alternativo” (todo: comida servicios, diversión,
bibliotecas, ropa, deporte, sexo, escritores, iglesias… ), se evidencia
insuficiente. Muchos quiteños habrían podido proporcionar, a los jóvenes
autores, numerosos datos sobre lo bizarro, raro y extravagante para los
turistas (en cada uno de esos temas) desde lo tradicional y característico de
la ciudad hasta lo más raro y enigmático.
En
segundo lugar. Se extraña en el libro los “lugares, situaciones y personas” más
bizarros y escondidos de la ciudad. Sectas esotéricas, cultos indígenas, templos,
políticos, deportes raros, magnates brujos, músicos, teatro, las más importantes
huecas de comida, las asociaciones de madres solteras, la putería oficial, los
monstruos y monstruosidades de los faranduleros, las hospederías para
vagabundos, los clubes de peposos y peposas, los adoradores de plantas y
animales, toreros y corridas de corral, los cultores de danzas exóticas, los
clubes de pelea, las auténticas peñas de quitólogos, espectáculos como el del
“el burro y la señorita”, las escuelas del crimen, del lanza, del chineo y el
estruche, los elaboradores de filtros, amuletos y bebidas para el amor. Y
cientos de etcéteras. Creo que los autores pendejearon y produjeron algo
bastante pendejo, solamente para impresionar a ingenuos tirados a vivos, como
el editor.
En
tercer lugar. Respecto a lo que me toca más directamente, digo que me ha jodido
el tono zumbón que se detecta en el articulito. La Filatelia y la Numismática
no son temas mortalmente serios, pero tampoco pasatiempos extravagantes, son
comunes, practicados por miles y miles de coleccionistas. Menos extravagantes o
chifladuras son mis profesiones de escritor e imaginero, como parece que
insinúa el articulito que las colocó en una sección de prácticas raras, en
lugar de ponerlas en la de “escritores de la capital” donde constan Pablo
Palacio, Jorge Icaza, Huilo Ruales, Abdón Ubidia, Francisco Proaño Andrade,
Raúl Pérez Torres, Javier Vásconez, Modesto Ponce Maldonado y Diego Cornejo
Menacho. Todos magníficos y respetables escritores. De mi “Árbol al filo del
desierto”, el doctor Hernán Rodríguez Castelo dijo “me atrevería a decir que es
la gran novela de Quito”, por lo menos en cuanto a quiteñidad parece que no
debería ser marginada.
En
cuarto lugar. Lo que yo digo, según el artículo bizarro del señor Andrade, debo
haberlo dicho en un contexto fuera del cual suena a descomunal auto encomio.
“Don Nicolás dice que en Ecuador nadie sabe escribir y que por eso, a los 55
años, se propuso hacer unos libros bien hechos y se hizo escritor.” Esto se debe entender así: desde luego, la
literatura en el Ecuador no es de las mejores de América y el mundo ¿verdad? La
mayoría dice las cosas de la misma trillada manera y sobre lo mismo. Y se
editan ellos decenas de veces, en todas las series y colecciones que manejan
desde la burocracia ¿verdad? No es que no existan buenos escritores, algunos de
los mencionados arriba lo son (o eran) y faltan otros, Jorge Dávila, Eliécer
Cárdenas, Fausto Merino... Pero la situación de nuestras letras es como dije,
no se puede afirmar lo contrario ¿verdad? Entonces, cualquiera que se proponga
escribir en este tiempo tiene que ir a superar la situación, o morir en el
intento ¿verdad?
Por
último. Que “La Obra y los duendes ecuatoriales” es más que una descarga contra
las oligarquía pícaras que han hundido al Ecuador, no lo digo yo, lo han dicho
quienes creen que es algo nuevo y bastante mejor que lo común. Si a alguien le
importa puede revisar la crítica hecha por gente de fuera, porque la de adentro
permanece muda al respecto.
Reproducción
de DON NICOLÁS DICE, página 28 de Quito Bizarro, Dinediciones, Quito 2012 por
Juan Fernando Andrade y Juan Rhon:
Si algunas cosas parecen fuera de lugar en su
oficina son precisamente la silla en que se sienta y el escritorio sobre el
cual trabaja. Todo lo demás: los libros,
los discos de vinilo, las antigüedades, las figuras religiosas y los cuadros
parecen haber llegado allí antes que él y no tener la más mínima intención de
retirarse.
Nicolás
Jiménez Mendoza no tiene barba, pero la mitad de su cara está cubierta por un
velo blanco que solo se percibe cuando la luz le da de frente. Su cabeza brilla porque está calvo y el
cabello que le crece a los dos lados termina en una corta cola de caballo sobre
la nuca. Si bien tiene cara de poder
dedicarse casi a cualquier oficio, es complicado deducir que se haya pasado
vida y media mirando estampillas.
Don
Nicolás dice que coleccionó estampillas durante más de treinta años, que se
especializó e los siete sellos clásicos del Ecuador con todas las variedades,
que la suya era una colección de timbres integrados al documento, es decir, un
pedazo de la historia postal de nuestro país, y que la vendió a principios de
los noventa para dedicarse a comercializar objetos de colección.
Don
Nicolás dice que durante 24 años se dedicó a rescatar las técnicas de la
Escuela Quiteña como director del Taller Escuela Bernardo de Legarda en el
Banco Central. Que todo se vino abajo en
la crisis de finales del Siglo XX, cuando los bancos quebrados entregaron sus
obras de arte a la AGD para pagar sus impagables deudas y el mercado se llenó
de antigüedades que se vendieron a precio de gallina enferma.
Don
Nicolás dice que antes la gente vivía en casas y había salas adornadas que eran
la sede social de la familia, donde se festejaban los cumpleaños y la
navidades. Pero ahora la gente vive en
departamentitos, las familias son cortas y no tienen que decorar sus salas, al
contrario, a cada rato se encuentran con cosas que no tienen donde poner y las
venden a gente como él. Dice que ya no
hay muchas tiendas como las suya – que dicho sea de paso lleva 22 años
abierta-, porque este es un hobby pendejo
y uno sigue en esta vaina a punta de moneditas, que además está jubilado y es
poco lo que tiene que hacer aparte de regar las macetas.
Don
Nicolás dice que en Ecuador nadie sabe escribir y que por eso, a los 55 años,
se propuso hacer unos libros bien hechos y se hizo escritor. De esa certeza salieron el libro de cuentos El Asunto y las novelas Sara, Árbol al filo del desierto (Premio
Joaquín Gallegos, 2000) y La Obra y los
duendes ecuatoriales
Dice
que en esta última se dio el gusto de descargar toda la furia de un patriota
amargado contra los que llevaron el Ecuador a la crisis de fin de milenio. Dice que a partir del año2000. Nuestra historia
dio un giro provocado por la globalización y que la gente del siglo XXI es
gente diferente. “Ustedes son otra gente”
dice don Nicolás, y para explicárnoslo con claridad se tomó 859 páginas, según
el escritor Eliécer Cárdenas es “una especie de Ulises de Joyce a la
ecuatoriana, más bien a la quiteña”.
Don Nicolás atiende de lunes a viernes de 11:00 a
16:00. Los únicos libros nuevos que
vende son los que ha escrito.