Javier Marías no aceptó un premio oficial
(español) por vergüenza, mientras en el Ecuador hay literatos a quienes se les
moja la canoa por el ansia de que el gobierno les premie de alguna manera. Los
nombran representantes del país en ferias internacionales, son garcías los más
promovidos, pero no tanto como otros que además son empleados del gobierno y
nos dejan en ridículo apenas tienen que contrastar su talentos con
intelectuales de verdad. Y no son sinvergüenzas sólo los viejos oligarcas de
esta pobre cultura, también están los nuevos que ya hacen notar su voracidad
por agradar a autoridades y editoriales mediante coqueteos en los medios, es el
caso de un joven de apellido Lugo, quien recién ha presentado su primicia, regular
y simplona, pero ya lo han delegado (¿quiénes?) para representar a los
escritores ecuatorianos en una feria internacional. El joven debe haberle hecho
un buen trabajo extra literario, a alguien, para merecer tal honor.
Hay premios Eugenio Espejo, especialmente
los últimos, que no tienen cómo parecerse a maestros de la talla de un Hernán
Rodríguez Castelo, pero ahí están disfrutando el sueldo y lo demás. No hace
falta que los nombremos, son ampliamente conocidos (qué alivio ¿verdad chicos?).
Todos sabemos que los concursos literarios
locales son generalmente fraudulentos (y algunos extranjeros también), se los otorgan
amigos a los amigos, salvo en casos excepcionales, y con cargo a retribución.
Por falta de otras pruebas hay que comparar los libros que perdieron esos
concursos y lograron ser publicados, con los ganadores… Hay bodrios que
ostentan premios inexplicables, por
sobre otros de innegable mérito superior. Salvo la pasión por figurar, las
cosas que producen esos y esas merecen muy poco.
Javier Marías es buen escritor, sin duda, Mañana en la batalla piensa en mí es una
novela memorable, ya premiada, pero lo que más debían imitarle nuestros
vanidosos escritorcillos es la vergüenza intelectual.