Lo llamó ¿Captatio benevolentiae? en latín e interrogando, como para que pocos se enteren de que está pidiendo cínicamente una benevolencia que no necesita. Es el poema inicial e introductorio de Limalla Babélica, el libro que se sirvió enviarme, editado en el presente año.
Emite, con destellos irónicos, un plan para los que conquistan el yermo plantando yerbas nuevas. Pero advierte:
Antes de cualquier invocación, en este mínimo pedazo de desierto,
encuentro todo el territorio necesario, para aprender a callar.
Y de golpe nos instala en la poesía. Porque no hay poesía si es que la palabra no vuelve a crear el mundo, y no nos deja en medio de la creación para que nos admiremos de que todo tiene nombre nuevo. Y es así que, para Carrión el mundo apenas es cierta parcela de desierto donde es factible y tiene que darse el silencio de su poesía. Paradoja. Porque entre lo hostil de esa pequeña dimensión se abren paso caravanas febriles y se fundan repentinos oasis.
Precisamente en la realidad de arena seca y espacio reducido, el poeta, que no está solo sino entre nuevos anfitriones, va a lo suyo:
Pronuncio las palabras permitidas.....
son las oraciones privativas del que toma por sorpresa todo yermo
y pretende sembrar y aguardar la cosecha
y conjura entre las rocas nuevas yerbas.
Se habría podido decir de otro modo que contra el yermo vale la paciente siembra y la novedad de la vida. Vieja sabiduría. Pero tan bellamente es difícil que se diga.
Atrapado en la maraña de la vida que parece existir de la nada, se despoja también de la herencia, al profeta no le sirve poseer lo estéril. Ya tiene el verbo creador conque lo agraciaron unos dioses lenguaraces y prefiere fecundar los caminos grano de arena, por grano de arena, por grano de arena...
Y el profeta triunfa, se siente complacido, comprometerá su palabra en los términos de este designio trascendente, invita incluso a los que incursionarán en el futuro a Que beban de las fuentes victoriosas. Las fuentes que surgirán de su creación, así como oasis, yerbas, vida.... Su poesía fecunda, sin falsa modestia.
Está completamente encaminado César Eduardo Carrión. No hay otro camino que el absolutismo para la poesía. El compromiso radical, la marginalidad respecto de los anfitriones que esterilizan al mundo e invitan a esterilizar. Y qué bien que se pueda ser radical como Carrión, y a la vez gentil, buceador en lo absoluto: todo el territorio..., todo yermo..., todas las dunas..., complicado y simple, un poeta.
Diciembre del 2009
Nicolás Jiménez Mendoza